Los defensores del vandalismo quieren montar una campaña contra el periodista que constató que hay manos extranjeras en las operaciones de la “primera línea”.
Luis Carlos Vélez, de la radio La FM, entrevistó el 19 de julio pasado a una mujer que dice llamarse Rebecca Linda Marlene Sprößer, una aventurera de 34 años que vivía en México y se trasladó a Colombia no se sabe bien por qué razones. Luego de vivir un tiempo en Bogotá, ella terminó participando en las acciones de la llamada “primera línea” de Cali.
Durante la entrevista, Vélez le dijo a la joven: “Es muy grave que gente como usted venga a mi país a hacer lo que no es capaz de hacer en su país. Creo que la están engañando, se lo digo con todo cariño y respeto, le recomiendo que lea el periódico y que lea un poquito más para que se dé cuenta de la gravedad de la situación que está pasando [Colombia]”.
¿No era necesario y urgente informar que los vándalos que incendian y matan policías y civiles en Cali y otras ciudades cuentan con la ayuda de una activista alemana? Revelar ese hecho, confirmado por la interesada misma, era y es un deber profesional. Recordarle a esa extranjera –que habla de su llegada a Colombia sin dar detalles–, que ayudar a gente que siembra la destrucción y llega hasta a herir y matar a civiles y policías es hacerle daño al país, fue un acto moral de un buen ciudadano que merece aplausos.
La activista, quien dice venir de Frankfort y ser ingeniera industrial, explicó que antes de llegar a Colombia estuvo en México donde trabajó “en periodismo” y que después vivió un tiempo en Bogotá pero que había viajado finalmente a Cali, por su “interés por la salsa y el baile”. Señaló igualmente que, en Bogotá, “una fundación”, cuyo nombre calló, le pidió que llevara a Cali unos “medicamentos, alimentos y bienes de ayuda humanitaria a Puerto Rellena”, zona que los vándalos apodaron “puerto resistencia”.
Cali fue quizás el epicentro de las asonadas que golpearon al país durante dos meses desde el 28 de abril. De Cali –donde hubo 30 puntos de bloqueo con decenas de heridos y 26 muertos, y millonarias pérdidas económicas–, partió una dinámica que logró apoderarse por unas horas del puerto de Buenaventura. ¿Ese panorama es el que explica el traslado de la alemana a Cali?
Hay gente que estima que el periodista Vélez “estigmatizó” a la activista por publicar esas declaraciones y por decir que ella, por ser extranjera, no tenía por qué estar metida en disturbios políticos en Colombia.
No hay traza alguna de “estigmatización” en lo que Vélez dijo. Una revista electrónica de Bogotá afirmó, sin embargo, que la alemana había sido “víctima” del periodista y que “miles de personas han rechazado” esa la conducta. ¿Dónde están esos miles? Es el mundo al revés. En lugar de criticar la conducta de la extranjera, Kienyke ultraja al periodista y adopta la óptica de los vándalos. Fue ella misma, y no el periodista, quien admitió, con gran cinismo, que ella ayuda física e intelectualmente a un grupo que está cometiendo crímenes en Cali. Luis Carlos Vélez no inventó esa historia, ni se la endilgó a la agitadora.
Invirtiendo la lógica de la situación, los petristas intentan usar ese incidente para hostigar a los periodistas. El mensaje es que no deben revelar la presencia de extranjeros en las operaciones subversivas. Quieren que la prensa oculte esos detalles y que maquillen las noticias sobre las bandas conocidas como “primera línea”.
El lio de Rebeca Sprößer se calentó aún más en la noche de este 22 de julio. En Cali, un individuo llegó al café y disparó contra el hombre que departía con ella. La joven pretende que eso fue un atentado contra ella. “Ayer en la noche me vi con un amigo para trabajar en algunos temas del paro. Estábamos sentados afuera en un lugar público y de pronto y sin hablar vino un sujeto y nos disparó a corta distancia. No dejó de disparar hasta que su arma se quedó sin tiros”.
De inmediato, el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de la Nación y la Policía abrieron una investigación. Según el diario El País, la alemana dice que el hombre de 26 años recibió “13 impactos de bala”. La Policía no confirmo ese detalle y dijo que, según la indagación preliminar, se trató de un intento de robo en el barrio Las Ceibas, norte de Cali. El diario agregó: “Durante las indagaciones se pudo establecer que el hombre [atacado] tiene dos anotaciones judiciales, una por estafa y otro por hurto calificado, las cuales ahora son investigadas por las autoridades.” Sorprende que tras ese incidente sangriento nadie lo haya denunciado formalmente, indicó El País.
El Espectador escribió el 24 de julio que la activista ha recibido amenazas de muerte y que una de sus amigas de Cali sufrió un intento de robo en la calle, el 4 de julio. Sin embargo, agrega, ella “no quiso denunciar [esas] amenazas en Fiscalía y Policía, porque asegura que no confía en las instituciones”. ¿Por qué esa indiferencia sobre el origen real de las amenazas? El matutino bogotano asegura que, tras el “atentado”, Rebeca Sprößer se encuentra “en un lugar seguro, orando por la salud de su amigo, a quien no quiso identificar por seguridad”. Dos días después de la balacera, El Espectador no dio información alguna sobre el estado y paradero de la víctima quien estaría, según ella, “entre la vida y la muerte”.
Semanas antes de ese obscuro episodio, Rebecca Sprößer había difundido tres videos en una red social. Uno de ellos es un video-chat con Oscar Miranda, un activista de la plataforma mamerta Temblores. Allí, la activista lanza brutales acusaciones contra el gobierno de Iván Duque y contra la fuerza pública. Dice que la policía “dispara a matar por nada”, que el Esmad “ataca sin razón” a los manifestantes pacíficos, que ella ha visto eso en videos. En otro filme, ella discute con un grupo de policías que protegían un barrio de Cali. En el diálogo, un uniformado le pide que desconfíe de esos videos pues las imágenes pueden ser trucadas. Ella responde: “Los videos no mienten”. E insiste: “los chicos” de Siloé, Meléndez, Calipso, Loma de la Cruz (bastiones de la “primera línea”) dicen la verdad. Y da una muestra de esa “verdad”: que Colombia “siempre ha vivido en guerra” y que el gobierno de Duque está “desapareciendo” a los jóvenes. Ella se pregunta: “¿Quién es más letal, el Covid o el gobierno de Colombia?” Antes de rematar así: “El gobierno es el peligro más grande para la población”.
En Alemania, en cambio, todo es color de rosa. La activista no entiende por qué la vida social colombiana no es como la alemana, donde “el policía es tu mejor amigo” y los jóvenes “tiene empleo, buenos salarios y buenos servicios médicos”. Cuando el policía objeta que la comparación entre la primera potencia de Europa y Colombia no es un argumento, ella le saca el refrito habitual: “Colombia es un país más rico que Alemania”. No es su única mentira. Ella dice que en Alemania “no hay corrupción”, “todos somos iguales”, “no hay clases sociales”, y que a ella no le gustan los bloqueos pero que para “los chicos” esa es la “única manera de ser escuchados por el gobierno”.
Es evidente que Rebecca Sprößer trata de vender la idea de que los vándalos de Cali son héroes de una lucha social. De una lucha social de pacotilla. El hecho de que ellos, con sus desmanes, hayan causado la muerte de 26 personas, herido a más de 300, aumentado el desempleo y la pobreza extrema y reforzado la pandemia de Covid, la tiene sin cuidado.
En sus videos ella se hace la muda sobre los crímenes cometidos por “los chicos”, como el secuestro de ocho agentes del Esmad el 27 de mayo, quienes fueron interceptados, sus vehículos incendiados, ellos golpeados y torturados en un punto de bloqueo de Palmira (Valle). Algunos de los torturados, los de mayor gravedad, “fueron remitidos a centros asistenciales en Cali”, reveló La FM. Por fortuna, siete de esos bandidos fueron capturados y encarcelados. Esa radiodio sus nombres: “Kevin Giovanny Perea Gil, alias Perea; Víctor Hugo Osorio Fernández, alias Motero; Cristian Mauricio Mallarino Quinchina, alias Mallarino, presunto jefe de la estructura delictiva La Y; Óscar Leandro Romero Camacho, alias Romerito; Yeison Alejandro Lozano Nieto, alias el Zarco; y Valentina Lozada Nieto, alias la Mona. Yanh Carlo Ávila Bernal, alias Yahn, fue asegurado con detención en el lugar de residencia, por decisión del juez”. La FM detalló: “Los capturados deberán responder por presunta coautoría de los delitos de secuestro simple, tortura agravada, y hurto calificado y agravado”.
Un extranjero que hiciera en Alemania lo que hace Rebecca Sprößer en Colombia sería expulsado en cuestión de horas. ¿Qué hará Colombia al respecto? ¿Obrará contra los periodistas en lugar de proteger al país de esa extraña injerencia?