Lo que comenzó como un paro nacional, que derivó en vandalismo y en bloqueos a las principales vías del país ocasionando la parálisis de la economía, siguió con la definición de una estructura de ataque organizada por líneas, dentro de las cuales se destacó la que denominaron la ‘primera línea’. Esto hoy va en un conjunto de actos vandálicos que muchos ya califican como ‘terrorismo urbano’.
Además del incendio, el saqueo y la destrucción de la infraestructura y de los sistemas de transporte, se han presentado asesinatos de civiles y de policías, y millares de heridos. Un caso que ha indignado a todos, es el del ingeniero Cristian Camilo Vélez de 27 años de edad, quien iba en su motocicleta cerca del portal de Las Américas y recibió un golpe en el cuello con un cable atravesado que habían puesto los vándalos, quienes prácticamente se han adueñado de ese sector de Bogotá. Esos cables los amarran para que funcionen como trampa contra los policías que se desplazan en motos.
Desde hace días no han vuelto a aparecer los miembros del Comité Nacional del Paro, seguramente como resultado del video que se filtró en redes sociales de Nelson Alarcón, directivo de Fecode y miembro de ese comité, en el cual manifiesta públicamente que todo esto ha sido parte de una campaña política para sacar al Centro Democrático del poder. También, porque los integrantes de ese Comité se dieron cuenta de que no representan a todos los grupos que integran el paro, y porque debido a los desmanes cometidos por los violentos, los integrantes del Comité han resultado objeto de demandas por parte de muchos damnificados. Como los daños ocasionados a la economía del país y a las empresas privadas ya alcanzan los quince billones de pesos, aparecer como responsables puede significar muchos años de pleitos judiciales.
La última noticia, es que las llamadas ‘primeras líneas’ de todas las ciudades, se comenzaron a desplazar a la capital del país. Aparentemente, la intención es alterar el orden público y sabotear las celebraciones de los días patrios, el 20 de julio y el 7 de agosto. Ya está claro que manifestaciones pacíficas no van a haber; lo que sigue son más hechos violentos, destrucción y terrorismo urbano. Ya comenzamos a ver en Bogotá una muestra de lo que se viene: en los portales de transporte público de Suba y de Las Américas se adelantan diariamente actos de violencia que terminan en enfrentamientos con la policía y, por supuesto en caos y tragedia para los habitantes de esas zonas, que se encuentran prácticamente secuestrados en sus viviendas.
Paralelamente se continúa orquestando una campaña de desinformación y de desprestigio contra la Fuerza Pública, en la que se presenta a los vándalos como víctimas que gritan permanentemente “nos están matando” mientras incendian la ciudad, destruyen buses y atacan a la policía con todo tipo de artefactos explosivos y armas traumáticas; y en algunas ocasiones, armas de fuego.
Como han logrado inmovilizar a la Policía con esa campaña, se puede decir que la ‘primera línea’ se apoderó de esas zonas de la capital, ante la impasividad de la alcaldesa, que se ha limitado a decir que denunciará a los violentos, pero no permite que la Policía neutralice adecuadamente el vandalismo. Para colmo, cuando se logra finalmente detener a los delincuentes que han destruido los bienes públicos y privados, los jueces los dejan en libertad para que retomen sus agresiones.
El panorama que se cierne sobre Bogotá para finales de julio es muy sombrío. A los vándalos que diariamente incendian a Suba y a Las Américas se sumarán hordas de violentos de ‘primeras líneas’ que llegarán por todos lados, y encontrarán una Policía debilitada y con las manos amarradas. Además, disfrutarán de una justicia inoperante que no tiene interés en castigar sus desmanes.
Es un buen momento para rezar a Dios por Bogotá y por el país.