La Guerra Revolucionaria es la acción total y permanente desarrollada por el comunismo internacional para destruir la organización social, económica, política y militar de un país, con el propósito de construir allí otra organización social, económica, política y militar totalmente distinta.
Eso es precisamente lo que hizo el Socialismo del Siglo XXI a través del Chavismo en Venezuela: destruyó todas las instituciones vigentes hace veinte años, para conformar otras distintas, de naturaleza totalitaria.
Así como en Venezuela, las oscuras fuerzas del Foro de Sao Paulo, que logró en un pasado reciente agrupar en su red principal a catorce países latinoamericanos cuyos presidentes pertenecían a esa corriente, hoy pretenden quedarse con Colombia, a la que han llamado ‘la joya de la corona’.
No solo por su posición geográfica, por sus dos costas oceánicas, por sus riquezas naturales y por la diversidad de sus capacidades industriales, sino por ser uno de los pocos aliados incondicionales que le quedan a Estados Unidos en esta parte del continente, Colombia se ha convertido en un bocado de cardenal para el comunismo.
Basta recordar las palabras de Diosdado Cabello, el segundo al mando de la dictadura de Venezuela, cuando afirmó que no existe la menor posibilidad de que Colombia se quede como está. Habló de la brisita bolivariana que se comenzaba a sentir en todo el continente, y que terminaría siendo un huracán. Cabello hizo esas afirmaciones con la seguridad de quien sabe cómo se logra materializar esa amenaza.
El primer paso es lo que se conoce como ‘Migración Forzada Estratégica’, que es la llegada de miles de jóvenes venezolanos seguidores del chavismo que se camuflaron en el inmenso grupo de migrantes que llegaron a Colombia huyendo de la hambruna producida, de manera intencional, por el Socialismo del Siglo XXI. El segundo paso consiste en inundar con dineros del narcotráfico las calles de las principales ciudades colombianas, para alimentar la violencia con la que las marchas, eficientemente infiltradas, lograrían desestabilizar al gobierno y obtener el propósito del chavismo, ya anunciado por Cabello.
Hay un tercer paso en el cual, el régimen venezolano es también experto: la calumnia, el desprestigio y la desinformación. Los agitadores que incendiaron las ciudades también son expertos en hacer filmaciones con celulares para denunciar presuntos asesinatos y violaciones cometidas por la Fuerza Pública en supuestas represiones violentas en contra de ‘pacíficos manifestantes’. Los abusos que se pueden haber cometido por parte de algunos miembros de la Policía en su intento por controlar y neutralizar los violentos ataques de los vándalos serán investigados, y si es del caso, sancionados por la Justicia colombiana.
Para desmentir las campañas de desinformación, también circulan ampliamente en las redes sociales videos captados con los celulares de ciudadanos víctimas de los desmanes, que muestran el terrorismo urbano cometido por los vándalos. Tristemente vemos también en esas imágenes, policías sometidos a golpizas y con sus rostros completamente ensangrentados por las pedradas.
Los colombianos de bien tenemos el desafío de evitar que nuestra joya de la corona caiga en manos del Socialismo del Siglo XXI. Muchos mensajes se difunden por las redes sociales de manera satírica, que dicen que en Colombia estamos antojados de probar la porquería de la cual se están alimentando los venezolanos. Si no queremos ver destruida nuestra economía y nuestra sociedad, y si no queremos ver a nuestros jóvenes caminando por las carreteras de los países del continente buscando algo para comer, debemos rechazar las aventuras socialistas que han llevado a nuestros vecinos a la miseria; de lo contrario, en pocos años estaremos tan arrepentidos como ellos.