El miércoles 28 de julio asumió la presidencia del Perú Pedro Castillo, en medio de grandes críticas por las denuncias de fraude, luego de obtener una mínima ventaja sobre Keiko Fujimori. Contra cualquier otro candidato, el resultado habría sido muy distinto, porque la mayoría de los peruanos están en contra del comunismo y del marxismo-leninismo que representa el partido Perú Libre de Pedro Castillo. Pero Keiko está involucrada en investigaciones por corrupción y además, no representa a los peruanos del centro y de derecha.
En su discurso de posesión, Castillo destacó algunos aspectos. El primero es tal vez el más preocupante, porque confirma su decisión de promover una reforma constitucional, tal y como hizo Hugo Chávez al llegar al poder. Recordemos la frase del dictador venezolano cuando juramentó cumplir la ‘moribunda constitución’. Muy atentos deberán estar los peruanos, porque ese puede ser el comienzo de la pérdida del país, como sucedió con Venezuela.
Castillo promete respetar la propiedad privada, aunque nunca ha ocultado la ideología marxista-leninista de su partido, lo cual es una abierta contradicción. Para el comunismo, la propiedad privada es un robo. Ese aspecto también requerirá mucha atención por parte de los peruanos.
No tuvo el menor reparo en reclamar, delante de uno de sus invitados de honor, el rey de España, que es necesario romper con los símbolos coloniales, y denunciar que los españoles durante tres siglos explotaron sus minerales y la mano de obra de sus abuelos para el desarrollo de Europa. Por eso, afirmó que no gobernará en la Casa de Pizarro, como se conoce a la sede del gobierno peruano. Ese es un gesto muy poco diplomático, por decir lo menos.
En otro de sus programas de gobierno Castillo se propone expandir el alcance de las Rondas Campesinas, que son organizaciones comunales de defensa creadas para garantizar la seguridad, administrar justicia y resolver todo tipo de problemas en las zonas donde operan. En otras palabras, tienden a convertirse en pequeños gobiernos dentro del gobierno.
Adicionalmente, Castillo promete expulsar a todos los delincuentes extranjeros, a quienes otorgó un plazo de 72 horas para retirarse del país por sus propios medios, antes de sacarlos por la fuerza. No es claro cómo va a cumplir ese propósito.
Castillo enfrenta varios inconvenientes que le pueden significar importantes amenazas a sus planes. Tendrá una fuerte oposición, que no se resignará fácilmente a obedecer a un gobierno que considera fraudulento. Además, esa oposición ocupa un buen número de las posiciones en el Congreso, con lo que no será sencillo tramitar algunas de sus leyes propuestas.
Incluso en su propio partido Castillo tiene problemas, pues Vladimir Cerrón, principal ideólogo del comunismo en Perú Libre, quería ser presidente pero sus investigaciones por corrupción no lo permitieron. Indudablemente, Cerrón pretenderá que Castillo sea el títere mientras él maneja los hilos.
El aspecto económico tampoco anda bien. Castillo recibe una economía golpeada por la pandemia y con una devaluación galopante. Muchos inversionistas peruanos están huyendo con sus capitales a otros países, frente a la amenaza latente de que Perú se convierta en otra Venezuela.
Y para rematar, el COVID-19 se ha ensañado de manera especial con el Perú, que reporta la mayor tasa de mortalidad por cada 100.000 habitantes en el mundo.
Pedro Castillo no encuentra una situación amigable en Perú al comienzo de su gobierno, y lo más grave es que no parece ser él, el indicado para manejar todas las situaciones sociales, políticas económicas y de salubridad que enfrentará.
Es un nuevo ejemplo de la necesidad de votar muy bien a la hora de escoger un presidente.