Debo confesar que la precandidatura de Oscar Iván Zuluaga no me entusiasma. Desde luego, admiro la calidad humana del ex ministro y respeto su trayectoria política, administrativa y ministerial, pero no creo que las medidas que propone ayudarán a evitar el derrumbe de Colombia.
La declaración de Oscar Iván Zuluaga, del 5 de septiembre pasado, en el sentido de que él, en el caso de llegar a la presidencia de la República, “no va a desconocer ni los acuerdos ni la JEP” y que él estima que “política e internacionalmente no es viable desconocer” esos acuerdos, contradice otra idea, formulada por él en la misma entrevista: que “quienes cometieron crímenes atroces, delitos de lesa humanidad, violación de menores, tienen que recibir una decisión judicial por parte de la JEP antes de poder llegar al Congreso”.
La JEP en su estado actual seguirá haciendo lo que ha hecho desde el comienzo: proteger por todos los medios los intereses de las FARC. Los jefes de esa banda criminal llegaron al Congreso sin haber recibido la más mínima sanción penal de la JEP. Luego no se puede lanzar la primera afirmación para lanzar enseguida la segunda. La una anula a la otra. Tal juego oratorio de OIZ es curioso. El 12 de septiembre pasado, el precandidato reiteró ese errado punto de vista ante un periodista de W Radio: “Hay que respetar los acuerdos de paz con las FARC”.
Tales afirmaciones me defraudaron. El Centro Democrático dirigió la lucha contra esos acuerdos de cara al referendo de 2016 y logró el respaldo del país. No pensé que un aspirante a la candidatura presidencial del CD pudiera desconocer ese hecho histórico.
Mi conclusión: OIZ siempre estuvo de acuerdo con el pacto Santos/FARC. Después de que ganara el NO en el referendo de 2016, OIZ estimó que había que negociar inmediatamente un nuevo pacto, similar o idéntico al rechazado. Y lo hizo pues creía que era factible llegar a un acuerdo “sólido” con las FARC para obtener de éstas “garantías y tranquilidad para el país”. Él no se opuso realmente a las maniobras abyectas de JM Santos para burlarse de los colombianos y del referendo. Al diario El Tiempo OIZ declaró: “Si las FARC tienen una voluntad política real de conseguir una paz negociada, ésta solo será posible si hay un acuerdo que interprete a todos los colombianos.” OIZ dijo eso el 3 de octubre de 2016, ¡un día después de que los colombianos rechazaran el pacto nefando Santos/FARC!
El ex ministro aceptó la línea de JM Santos de imponer a rajatabla un texto felón que fue llamado por ellos “Acuerdo Final”, que luego, en maniobra fraudulenta, fue elevado a la categoría de Constitución. Sabemos el precio que está pagando Colombia por eso. Hay que saber ahora quiénes son los candidatos que aceptan la corrupción de la Constitución de 1991 en virtud de los pactos FARC/Santos. ¿Cuál es la Constitución de OIZ? ¿La verdadera o la corrompida por Santos?
Yo constato con tristeza que Oscar Iván Zuluaga no se ha liberado de los delirios generados por Santos.
Una persona de Bogotá me dice que OIZ “plantea que no se puede llegar al poder blandiendo la espada y amenazando arrasar con estos acuerdos y con sus derivados”. Si ese es su punto de vista tampoco acierta el precandidato. De ello cualquiera puede deducir que el ex ministro estima que esos acuerdos son legales y que toda reforma, aún superficial, es imposible, como pretenden las FARC, y equivaldría a “blandir la espada”, a amenazar a la entidad criminal y provocar la guerra. No entiendo cómo un candidato presidencial puede cerrar los ojos ante la realidad de las cosas.
Quienes “blanden la espada” y acuden a la mentira enorme contra Colombia son las FARC. Comunes, el simulacro de partido que crearon, está en lo mismo. Lo demostraron con el vergonzoso acto del 23 de septiembre en Bogotá, donde alabaron la carrera criminal del abatido Víctor Julio Suárez. En ese acto, una jefe de Comunes amenazó al país. “Tiemble este país”, lanzó Manuela Marín al advertir que los Comunes van a “hacer algo con la paz”. Sabemos lo que contiene esa palabra en la boca de activistas que estiman que Jojoy era “un hombre de paz”.
¿OIZ no ve que esa es la cruda realidad?
Modificar los pretendidos “acuerdos”, violados reiteradas veces por sus únicos beneficiarios, las FARC, es indispensable para salvar a Colombia. Los asaltos que sufre el país son cada vez más intensos. Los ataques terroristas, los paros insurreccionales, el aumento de la criminalidad “común” en las ciudades, la emboscada destinada a derribar el helicóptero donde viajaba Iván Duque, el presidente de la Republica, el rearme de la dictadura venezolana, muestran hasta dónde la descompensación en la relación de fuerzas Estado-narco-terrorismo se ha agravado. Tal degradación es el resultado de mantener intocados esos acuerdos. La destrucción de Colombia está programada en tales acuerdos y todavía hay candidatos, como OIZ, que tiemblan ante la sola posibilidad teórica de acabar con tal engendro.
Oscar Iván Zuluaga pretende que es posible alcanzar la “unidad nacional” y que esa es su prioridad como candidato. Sin embargo, eso es un sueño peligroso. Esa unidad es una quimera, sobre todo hoy. Lo que hay que forjar en Colombia es una coalición mayoritaria política y electoral consecuente, para ganar la presidencia de la República y las mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes. La unidad de todos es un despiste. La coalición debe tener un programa de reformas coherente y serio que inspire a los colombianos. Esa es la prioridad. Lo demás es perderse en angelismos. La “unidad nacional” es un maximalismo que puede resultar en un programa que amalgama las reivindicaciones de todos: un programa incoherente, centrista y trancado por dentro.
En Colombia, desde hace más de 50 años, el anticapitalismo armado dirige de manera hegemónica los partidos y grupos de izquierda, incluidos los verdes, los liberales y los conservadores “progresistas”. Ese directorio jamás depondrá sus ambiciones subversivas en beneficio de una auténtica “unidad nacional”. Nunca ese directorio extremista lo ha hecho. Nunca. No lo hizo ni en los peores momentos del país. No lo hizo durante la guerra que la dictadura de Perú le declaró a Colombia de 1932 y 1933 para robarle Leticia y otros territorios. Tampoco lo hizo en 1989 cuando Pablo Escobar, con sus bombas y matanzas, creyó que podía tomar el poder. Obedeciendo las órdenes de Moscú, los comunistas trataron de aprovechar todas las crisis para avanzar sus posiciones. Ellos nunca se sumaron a un frente de unidad nacional. ¿Oscar Iván Zuluaga cree que eso es posible con la banda que está al servicio de Nicolás Maduro?
Los amigos del exministro dicen que él está por “la defensa de la vida y de la familia”. Sin embargo, una de sus declaraciones rompe con los principios que siempre ha defendido el Centro Democrático. Hace días, el precandidato dijo que Colombia puede pensar en la sustitución de los cultivos de coca por cannabis medicinal. “No podemos quedarnos en un estado con patrones pasados. Hay que cambiar la mentalidad porque nuestras posibilidades son muy grandes, podemos enfrentar la sustitución de cultivos ilícitos con cannabis medicinal” (RCN Radio). Esa declaración no fomenta la unidad sino la discordia en el Centro Democrático. Este partido nunca defendió tal tesis. Por el contrario, ha estado contra la impostura del consumo personal de drogas como parte del “libre desarrollo de la personalidad”. ¿OIZ sabe que legalizar el consumo de drogas llevó a la aparición de miles de “hoyas” de tráfico y consumo en el país?
La idea de proponer a los campesinos que dejen de cultivar coca y se pongan a cultivar marihuana para venderla al Estado, quien la transformaría en “cannabis medicinal” para realizar ventas controladas, es peligrosa: abre las puertas a quienes, tomando el pretexto de la legalización del cultivo, van a seguir cultivando coca, sabiendo cuán difícil será controlar esas zonas agrícolas. Sobre todo: ¿quién ignora que las transnacionales del tabaco esperan quedarse con el enorme pastel de la “cannabis medicinal” cuando las barreras legales caigan? La propuesta de OIZ es escalofriante. En ningún país del mundo eso fue una solución. El consumo de marihuana, autorizado o no, mata y lesiona durablemente a jóvenes y adultos.
La marihuana de consumo y tráfico libre, que ahora disimulan tras la denominación de “cannabis terapéutico” no es coherente con el programa de defensa de la vida y de la familia. Por el contrario, es un ataque a la familia, a la vida y a la salud, de los jóvenes en especial.
¿A quién se refiere OIZ cuando asegura que “con posturas extremas no se podrá conquistar el voto más de centro, que no quiere más confrontación sino otra mirada”?
¿Hay un precandidato del CD que impulse “posturas extremas”? No veo a nadie que pueda ser acusado de eso. El ex ministro Zuluaga debería clarificar esa tesis. Si no lo hace los precandidatos María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Rafael Nieto Loaiza se sentirán, a justo título, difamados. El método de la alusión anónima no es digna de una discusión leal. Ninguno de ellos defiende “posturas extremas”. Ellos son pragmáticos y, en mi modesta opinión, no quieren perder más tiempo en estrategias ambiguas, pues el enemigo ha avanzado mucho. Combatir el proyecto Petro/Comunes, pedir la abolición o la reforma de la JEP y del pacto Santos/FARC, no tiene nada de “extremo”.