Ante la elección presidencial en Chile del domingo pasado mi primera observación –el análisis propiamente dicho de ese evento lo harán más tarde cientos de observadores de todas las tendencias— tiene que ver con las cifras más básicas de ese escrutinio y lo que éstas revelan.
Noto que el candidato comunista Gabriel Boric, 35 años, venció a su rival conservador, José Antonio Kast, al obtener 4,6 millones de votos, frente a los 3,6 millones de votos de su rival en la segunda vuelta.
Aunque la prensa chilena destaca que la segunda vuelta constituye “la mayor votación en la historia del voto voluntario en Chile” es indispensable anotar, al mismo tiempo, que hubo, pese a esa movilización innegable, un factor negativo: el alto índice de abstención.
Según el censo electoral, unos 15 millones de chilenos estaban en capacidad de votar. De ellos, el domingo 19 de diciembre, solo lo hicieron el 54,2%, es decir 8,2 millones de votantes. En conclusión, el 45,8% del electorado se abstuvo de participar en esa segunda vuelta, por razones diversas, según el diario El Mercurio. La población de Chile es de 19.436.613 habitantes.
Boric, el candidato del pacto Apruebo Dignidad, fue elegido así por el 30% del electorado. Fue elegido por una minoría, quizás la minoría mayor de esa vuelta pero, al fin y al cabo, por una minoría del electorado chileno en general.
La mayoría del electorado, el 70% de los facultados para votar, se dividió ese día entre los electores de Kast y los abstencionistas.
La primera pregunta es ¿por qué el 45,8% de los votantes no quisieron participar en el voto?
Kast, el candidato del Frente Social Cristiano, había ganado la primera vuelta (27,9% contra 25,8% por Boric). La pregunta obvia es: ¿qué explica ese drástico viraje de la opinión entre la primera y la segunda vuelta?
Arriesgo aquí unas primeras y provisionales observaciones, que pueden ser útiles para los colombianos frente a la elección presidencial de 2022, donde la rivalidad ideológica entre los contrincantes asemeja a la situación chilena.
1.- El triunfo electoral de Gabriel Boric confirma la emergencia de una constante de las elecciones presidenciales latinoamericanas recientes en donde participan candidatos respaldados por el filo-madurismo internacional: los candidatos de extrema izquierda no aspiran a convencer o a conquistar las mayorías nacionales. Solo pretenden ganar adeptos y votos para constituir y movilizar minorías importantes el día electoral.
2.- Como se saben minoritarios, desde el punto de vista ideológico y social, buscan y logran ganar elecciones fomentando la abstención y anulando o desorganizando la participación de las mayorías durante la campaña y, sobre todo, en el día electoral.
3.- El instrumento preferente para conseguir esos objetivos es psicológico: destruir mediante todo tipo de acciones, sobre todo mediáticas –mentiras, calumnias, verdades a medias, acusaciones inverosímiles—la imagen real del adversario democrático-liberal.
4.- La destrucción de la imagen del adversario es el resultado de campañas sistemáticas y repetitivas, en redes sociales y en la esfera audio-visual. La tarea consiste en mostrar al candidato rival como un extremista peligroso. Durante la campaña chilena Kast soportó una cascada de epítetos: «extrema derecha», «ultraconservador», «nostálgico de Pinochet», «discípulo de Trump y Bolsonaro», “fascista”. Todo intento de discusión equilibrada debe ser rechazado para derrotar al adversario democrático-liberal.
5.- El fomento del abstencionismo y de la disensión dentro del campo rival deben ir de la mano para lograr efectos reales.
6. La campaña de diabolización del adversario busca no solo la desmovilización del electorado de éste sino el desplazamiento o el alejamiento de los moderados o centristas del campo democrático. Busca revertir incluso una tendencia comprobada de la opinión. Fue lo que ocurrió el domingo pasado en Chile: los partidos y grupos de centro, que habían ganado la primera vuelta, se “inclinaron categóricamente por el diputado izquierdista”, en la segunda, como estimó el diario español ABC.
7. El deslizamiento del centro hacia la izquierda fue también el resultado del tratamiento benévolo de los medios hacia Boric. Estos soslayaron su chavismo, su militancia en el PC Chileno, y eludieron con frecuencia la mención de los lazos de los integrantes de la coalición de Boric con los hechos de violencia urbana recientes en Chile. Evitaron discutir el tema de la técnica chavista de convocar una Asamblea Constituyente para desmantelar la democracia, aunque ese sistema es el artífice de los notables avances económicos de Chile.