Por: Bernardo Henao Jaramillo
La integración regional se rige por principios de afinidad y se correlaciona con el diseño de objetivos específicos. UNASUR, Unión de Naciones Suramericanas, surgió en 2008 y respecto a su naturaleza se ha dicho que por sus características se asemeja más a un foro político el que, de conformidad con su preámbulo y sus objetivos, es un espacio en el que se desarrollará una integración en lo social, económico y político entre los pueblos de los Estados Parte. Empezó a funcionar en 2011 pero en 2018, ante su poca efectividad y resultados varios países optaron por retirarse, entre ellos Colombia, y otros más lo hicieron en 2019 y 2020. Así fue como UNASUR quedó reducida a su mínima expresión, pues, solo permanecieron en ella Bolivia, Surinam, Guyana y Venezuela.
Ahora, los presidentes de Argentina y Brasil, Alberto Fernández y el recién elegido (tercera presidencia) Lula da Silva anuncian su reingreso y esta misma semana, sin siquiera haberse discutido al interior de nuestro país, lo hizo unilateralmente Petro, quien, además, sugirió cambiar el nombre del ente a Asociación de Naciones Suramericanas. La misma chicha en distinto calabazo. Cabe preguntar ¿Acaso un rebautizo cambia la verdadera razón política, para muchos comunista, de esa organización? La respuesta es no. Entonces, se tiene que dicha integración presenta un alto componente ideológico.
Y así quedó registrado cuando a la cumbre de presidentes suramericanos reunida en Brasilia con el propósito de reactivar a Unasur se presentó Nicolás Maduro, dictador de Venezuela, causando conmoción.
No se tenía confirmación de su llegada, escudado y protegido por Lula, eludió la circular roja de la interpol y allá aterrizó siendo muy bien recibido por el presidente brasilero, quien se refirió, de manera subjetiva y retadora, entre otras, a que la situación de Venezuela era tan solo una «narrativa». Por supuesto,fue prontamente refutado por varios de los lideres asistentes quienes le recordaron que más de 7 millones de inmigrantes de Venezuela no es una narrativa sino una aterradora realidad.
Diferentes figuras se pronunciaron acerca de la manifestación de Lula, Gabriel Boric, presidente de Chile, fue enfático al afirmar que Maduro era un violador de derechos humanos. En igual sentido se pronunció el presidente uruguayo Lacalle Pou, quien señaló que opinaba porque el segundo punto a tratar se refería a democracia, derechos humanos y protección de las instituciones. Por otro lado, la senadora María Fernanda Cabal recordó que él (y Chávez) empobreció a la nación más rica del continente. Y desde Human Rights Watch se le recordó a Lula que no es «realista» ignorar la situación en Venezuela. También se le reprochó a Maduro la deforestación de la Amazonia.
Se anotó que Maduro no había visitado Brasil desde el año 2015. Si bien el anterior presidente de ese país, Jair Bolsonaro, había prohibido su ingreso, también hay que recordar que los Estados Unidos ofrecen por él una recompensa de 15 millones de dólares. Esto, claro está, dificulta su movilización, a más de ser una clara demostración de su alcance y antecedente criminal.
Vale anotar que la presencia del dictador en Brasil ocasionó una fuerte protesta en la Cámara de Diputados donde, con sobrada razón, le gritaron «asesino».
En ese foro Maduro y Petro tuvieron un amigable encuentro, y eso causó, como era de esperarse, gran indignación tanto en Colombia como en el exterior. El cuestionado presidente colombiano no ocultó su felicidad por esa reunión. Más aún cuando Maduro expresó que Petro se ha constituido en una ficha valiosa en la “reconciliación” de Venezuela y que se va convirtiendo en un “garante”, lo que probablemente es cierto, mientras que su actuación como gobernante de Colombia es totalmente contraria.
Inentendible también resulta que el mandatario de los colombianos haya autorizado a su canciller para crear junto con su homólogo venezolano una «Comisión de vecindad e integración», dado que se trata de un régimen muy cuestionado.
Pero no solo Petro se ha reunido recientemente con Maduro, también lo hizo, en días pasados con el expresidente Ernesto «Elefante» Samper, quien acudió a Caracas para hablar con el funesto dictador acerca de revivir el bloque de países.
En esta intención se equivoca el «Elefante» y también, desde luego, Petro. Sí de ampliar el comercio se trata lo más indicado es fortalecer el Pacto Andino.
Tan nimios han sido los resultados de este encuentro que hubo hasta censura de prensa, pues no permitieron la transmisión de los jefes de estado visitantes. La declaración final que se conoce no dice nada de importancia y delegan en sus cancilleres el trabajo futuro. Obviamente que no se iban a comprometer cuando la mayoría de los asistentes son firmantes y seguidores del Foro de Sao Paulo que bien se sabe cuáles son sus propósitos expansionistas y comunistas.
Para Colombia el reingreso a esta entidad, llámese Unasur o Asociación de Naciones, como propone Petro, no trae en verdad ninguna ventaja y la familiaridad y cercanía con el dictador más bien es para prender las alarmas al interior de Colombia y hacer que la oposición se torne aún más actuante y vigilante. Muy grave es el video en el que aparece el presidente de los colombianos elogiando el modelo de gobierno venezolano, es decir, mostrando su verdadero rostro.
Pildorita. Crece el escándalo de las chuzadas en Colombia y las explicaciones por ellas alarman a la oposición. Armando Benedetti y Laura Saravia son un descrédito para el país, pero también una equivocación del presidente quien puso al frente de su gabinete a una persona sin la suficiente experiencia y de apenas 29 años de edad. Y nombró como embajador a alguien a quien se le sigue en la CSJ un proceso por presunto enriquecimiento ilícito.